Los pechos de una mujer están compuestos mayoritariamente por glándulas, conductos lácteos, músculo y grasa. Al tacto, resultan reconocibles las glándulas, que son firmes y nodulares, y la grasa, habitualmente blanda. El músculo pectoral queda situado por detrás.

Las mamas de una mujer joven suelen tener más tejido glandular y menos grasa, lo que les da una apariencia más firme, mientras que, en las mujeres mayores, sobre todo tras la menopausia, el porcentaje de grasa aumenta.

Es por esto que, al estar compuestos en gran medida por grasa, es normal que el tamaño de los pechos fluctúe al subir o bajar de peso. Muchas mujeres incluso notan cómo aumentan de volumen antes de la menstruación, lo que se debe a la retención de líquidos.

Con cada aumento de peso se estira la piel y las fibras no suficientemente elásticas se rompen y surgen las estrías.

La mejor forma de evitarlas es mantener el cuerpo y la piel bien hidratados y evitar oscilaciones de peso súbitas. Si se detecta la aparición de una estría lo mejor es nutrir la zona con vitamina E y aumentar el consumo de grasas vegetales. Si ya están asentadas se puede utilizar aceites regeneradores de la piel, como el de palmar rosa o el de rosa mosqueta.

No conviene utilizar exfoliantes agresivos en los pechos, sobre todo en la zona de las areolas. Tampoco se aconsejan los guantes de crín, aunque si puedes hacer un exfoliante suave con copos de avena y arcilla, para utilizar en la regadera de vez en cuando y aplicar lociones o aceites hidratantes con un suave masaje, lo que permite, además, conocer su anatomía y notar cambios.

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