Un sauna no es más que una habitación con calefacción y que alcanza temperaturas en torno a los 70-100 grados Celsius. Los saunas tradicionales utilizan una húmedas relativa que oscila entre el 10 y el 20%, aunque otros tipos de saunas, como las turcas, son más húmedas. Aunque la mayoría lo concibe como un método para relajarse, puede tener beneficios para la salud.
La mayor potencia del sauna radica en sus potenciales beneficios sobre el sistema cardiovascular. Aquello que utilizan un sauna a menudo, tienen menor riesgo de morir por un problema cardíaco en comparación a los que no lo utilizan.
Ayuda con la mejoría de problemas cutáneos, al menos de algunas patologías como la psoriasis.
Disminuye el dolor muscular y articular, mejora la circulación en el tejido muscular y articular, patologías como la artrosis y la artritis pueden mejorar temporalmente.
Al día de hoy no hay evidencia científica que respalde la idea de que el sauna no hace más longevos, sin embargo, es un elemento que minimiza la aparición de estrés en la vida diaria.
Se dice que también ayuda a la eliminación de toxinas, pero se trata de un mito muy extendido, ya sea por la sensación de purificación o bienestar que produce, muchas personas piensan que el sauna ayuda a eliminar toxinas del organismo.
Tristemente, las toxinas que podemos ingerir o producir en nuestro organismo no se eliminan sudando, sino que se eliminan gracias a la acción de órganos como los riñones o el hígado.
Hay que tratar la exposición a calor como un estresor térmico más y conviene tener ciertas precauciones:
- Riesgo de hipotensión.
- Riesgo de deshidratación.
- Evita el alcohol.
- No pases más de 20 minutos.
- Ten una correcta hidratación.